sábado, 1 de marzo de 2008

Fshishshsh

A veces siento un silbido en el pecho como si mi caja torácica fuese mi casa de infancia, sin terminar, con techo de zinc, y tuviese otra vez ocho años y escuchase el viento del sur colándose entre las chapas flojas, metiéndose en el dormitorio sin cielorraso. Me tapaba hasta la cabeza con las mantas porque me daba miedo el paso de fantasma del viento dando vueltas en la pieza, una mariposa nocturna esparciendo su veneno de escarcha sobre mí y mis inocentes hermanos que, en el séptimo sueño, dormían con la cara y las fosas nasales descubiertas. Me dormía pensando que al día siguiente los encontraría muertos, con los labios azules y las pestañas mojadas.
En la mañana, el sol brillaba en lo alto del cielo invernal y si encontraba sus camitas vacías creía que mi madre había retirado sus cuerpos para que a mí, ahora su única hija viva, no me matase la impresión.