martes, 15 de diciembre de 2009

Apuntes sobre nactrufas

Este es el relato que fue finalista del Premio Coseña Eñe 2009, organizado por la revista Eñe (España). Forma parte de un libro de relatos fantásticos que nunca publiqué y supongo que ya no publicaré, pero por el que guardo mucho cariño: La inundación en la casa de las Señoritas Muertas. Este relato y el resto de la serie fueron escritos bajo la mirada atenta y amorosa de mi maestro Alberto Laiseca. Y, posteriormente, revisitados por la mirada también atenta y afectuosa de Pablo De Santis en una Clínica de Narrativa del Centro Cultural Ricardo Rojas (UBA). A ellos dos mi agradecimiento.



Nactrufa. Aunque no haya indicios acerca de su género, siempre nos referimos a ellas como si fuesen hembras. Quizá porque hay algo de femenino en la languidez con que se tienden al sol a la hora de la siesta y en el modo en que se lamen unas a otras los cuerpos.

Modo de reproducción. Nunca las vimos aparearse ni sabemos de ninguna que haya presentado nunca síntomas de preñez. Sin embargo, el número de nactrufas aumenta a diario y la cosa ha seguido así aun después de que apartamos a dos de los peones de quienes desconfiábamos. Me temo que haberlos confinado al aislamiento en las jaulas del jardín de invierno fue una injusticia, pero es demasiado tarde para repararla: dado el estado de enajenación en el que se encuentran, si los soltamos y los echamos al campo, estarían merodeando las granjas vecinas comportando un grave peligro no sólo para las reses y los demás peones, sino también para las personas que viven en ellas. A la hora de rendir cuentas, creo que Dios y los hombres sabrán comprender nuestras razones. Leer el relato completo.