sábado, 4 de mayo de 2013

Ediciones uruguayas

viernes, 3 de mayo de 2013

Diario La voz del interior


Una chica de provincia

Selva Almada se ganó los elogios del público y de buena parte de la crítica con “El viento que arrasa”, su primera novela. Un pastor y su hija, un mecánico y su hijo adoptado son los cuatro personajes que protagonizan una historia mínima en un paisaje hostil.

Por Luciano Lamberti



A  finales de 2012, una novela irrumpió con fuerza en las listas de votaciones de "libro del año". Se llamaba El viento que arrasa y su autora, pese a tener publicados un libro de cuentos (Una chica de provincia), uno de poemas (Mal de muñecas) y una nouvelle (Niños), era joven y casi desconocida. Pronto llovieron elogios desde los suplementos culturales e incluso desde la voz autorizada y legitimante de Beatriz Sarlo.
Nacida en 1973, en Entre Ríos (actualmente vive en Buenos Aires), Selva Almada se formó en el mítico taller de Alberto Laiseca, al que aún acude para leer su producción. Dice sobre la experiencia: "No es un taller convencional, Laiseca nunca te va a marcar una cuestión de puntuación, es muy libre en un sentido. Aprendés de él a través de lo que charlás, de sus lecturas y de su experiencia de vida más que cómo formatear un cuento o cómo hacer una descripción. En ese sentido, es un poco mitológico. Su gran acierto es que te alienta a encontrar tu propia voz. Yo misma soy docente y a veces me tengo que contener para no llevarlos a lo que me gusta leer a mí".
Narrada en un lenguaje sencillo, claro y económico, El viento que arrasa cuenta una historia mínima, con cuatro personajes y lo que en la preceptiva se llamaría unidad de tiempo y lugar: un pastor y su hija, un mecánico y su hijo adoptado, un auto descompuesto. Alrededor, el paisaje deprimente y hostil del desierto chaqueño, casi un personaje más en la historia.
"Conozco el Chaco de haber ido varias veces", dice Almada. "Me pasaba que salía de Entre Ríos, que es como un vergel, y me iba a meter en el norte santafesino y sur del Chaco, que es desértico y llano. Me parecía un paisaje hostil, yo lo rechazaba y él me rechazaba a mí. Entonces planteé esa dicotomía entre el paisaje chaqueño y el entrerriano, la infancia del pastor transcurre en Entre Ríos y está llena de ríos y árboles, es donde tiene lugar su bautismo".
Uno de los aciertos en el libro es el uso de los diálogos, que suenan creíbles sin ser costumbristas, algo poco visto en la narrativa contemporánea. "En los relatos anteriores le escapaba siempre al diálogo porque me parecía que cada vez que lo usaba quedaba impostado. Y en cambio acá la novela de hecho arranca con un diálogo, y ahí me di cuenta de que funcionaban, me parecían verosímiles. Por ahí no soy muy observadora, pero sí tengo mucho oído para captar cosas que pasan, o frases, o giros, que me gustan, me interesan, me parecen pintorescos".
El otro acierto es la prosa: cuidada, económica, profundamente sensorial, recuerda un poco a la de ciertos narradores de la década de 1970 como Haroldo Conti o Daniel Moyano, y menos a los desvíos y las disgresiones que suelen caracterizarse como "escritura femenina". La de Almada es, en este sentido, una escritura masculina, útil y transparente, que parece dejar hablar a los personajes por sí mismos sin la molesta intervención del autor, y con un concepto de la sugerencia que recuerda a la teoría del iceberg de Hemingway.
"Ya me han dicho que mi escritura no es típicamente femenina", dice la autora. Y añade: "Igual, las escritoras que me gustan no trabajan con ese tono. No me interesan las historias domésticas con dramas o románticas. Me gustan las historias que avanzan. Y me da más curiosidad el mundo de los hombres que el de las mujeres. Eso se nota en la novela, donde las madres están ausentes. Lo que no quiere decir que en mis cuentos no aparezcan mujeres, pero no son mujeres comunes nunca, son quizás más masculinas. Por ahí es la mirada que yo tengo sobre las cosas, sobre el mundo".
Novela moralEl viento que arrasa es una novela moral, en el sentido que le da a esa palabra la tradición de escritores del profundo sur norteamericano. Como en Pedro Páramo de Juan Rulfo, los personajes de Almada viven en un infierno en la tierra, una zona despoblada y pobre, y esto parece ser el resultado de sus propias acciones pecaminosas. En todos hay una pérdida, un recuerdo doloroso que puede resumirse en una imagen, una fotografía. "En ese tiempo había empezado a leer a Flannery O` Connor y Carson Mccullers", dice Almada. "De Faulkner leí Mientras agonizo, y algunos cuentos sueltos, y creo que lo que hay suyo en la novela está más pasado por el río de Onetti. Elegí la figura del pastor porque necesitaba la excusa de alguien que viajara, y los viajantes de comercio ya casi no existen y son un lugar muy transitado. Y como yo voy mucho al Chaco me habían llamado la atención la cantidad de cultos evangélicos".
La acción cuenta en simultáneo la vida de esos cuatro personajes, la espera para que le arreglen el auto al pastor, que debe seguir viaje, los flashbacks que permiten entender su historia y los sermones del pastor. Y todo se encamina hacia un final digno de una buena película argentina. Porque El viento que arrasa es también una "novela cinematográfica", como dice la contratapa, casi servida para su adaptación. "Hay una propuesta bastante firme de un productor -adelanta Almada-, que ya casi está cerrada. Hubo un par de directores puntuales, pero nos convenció esa. En ese momento incluso me planteé si era necesario llevar el libro al cine, si no era mejor dejarlo como estaba. Después pensé que la película nunca va a ser el libro, va a ser la obra del director o el guionista, no mía".
Uno de los temas centrales de la novela son los vínculos familiares, cuyas rupturas marcan la vida de los personajes. Almada es contundente al respecto: "La familia, como institución, la familia convencional, me parece algo que necesito poner en crisis todo el tiempo -dice-. Yo vengo de una familia disfuncional, entonces cuando veo papá, mamá, la nena, el nene, y son todos felices, no les creo. Siempre estoy poniendo en cuestión a la familia, con todo lo que gira alrededor. La familia es el lugar de protección: mentira. Las peores cosas suceden muchas veces ahí adentro".
"La idea de que la sangre tira también me parece un discurso vacío -señala la escritora-. O la idea de que por que sos familia te tengo que defender a capa y espada aunque te hayas mandado una cagada terrible. Esa cosa argentina de que lo primero es la familia es una idea que me da escozor. Por eso en mis historias las familias nunca están completas, siempre les falta una parte".
Un poco de vértigo
El sello Mardulce acaba de publicar Ladrilleros, la segunda novela de Selva Almada, que define como "un poco más larga y más digresiva" que la primera. La expectativa es grande y la autora confiesa que le da "un poco de vértigo". Además, reafirma su elección de un proyecto mediano como Mardulce antes que los grandes grupos editoriales. "Me siento más cómoda con ellos. Me gusta la editorial, me gusta el catálogo que están armando. Trabajo muy bien con Damián Tabarovsky. Me acompañaron mucho en todo el proceso del libro, ellos se ocuparon de la prensa, de llevarlo a una distribuidora. Yo puedo opinar sobre las tapas, cosa que no es habitual. Es una idea quizás un poco romántica de la vieja relación del editor con el autor, que lo acompaña durante toda su obra y toda su vida. Tampoco me voy a cambiar de editorial para ganar plata".

lunes, 29 de abril de 2013

Diario Página 12


libros
DOMINGO, 28 DE ABRIL DE 2013

Salvaje mundo interior

Nació en Villa Elisa, estudió en Paraná y finalmente recaló en Buenos Aires, donde frecuentó el taller de Alberto Laiseca y se convirtió en escritora. Después de llamar saludablemente la atención con su versión gótico sureña de provincias con El viento que arrasa, acaba de publicar una historia de familias enfrentadas: Ladrilleros. Selva Almada es una escritora que gusta de historias rurales pero prefiere vivir en las ciudades

miércoles, 24 de abril de 2013

Diario Tiempo Argentino






Amores, odios y una tragedia que sucede en un pueblito del Litoral


Como si fueran Montescos y Capuletos de la actualidad y en diferente escenario, un odio ancestral enfrenta a una familia de ladrilleros. En diálogo con Tiempo Argentino, la autora habló de los entretelones de su última novela.

martes, 23 de abril de 2013

domingo, 14 de abril de 2013

En su librería amiga

jueves, 21 de febrero de 2013

Radio

La periodista Flavia Pittella recomienda El viento que arrasa en su columna en el programa Lanata sin filtro, de Radio Mitre. El audio aquí.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Taller de lectura



No ficción on the rocks 
Crónicas & tragos 

Taller coordinado por Selva Almada & Julián López 

Domingos de 19 a 21 
4 encuentros 
Inicia el 10 de marzo 
Informes e inscripción: almadaylopez@yahoo.com.ar 
Vacantes limitadas

domingo, 27 de enero de 2013

En El Diario, de Paraná

Es un boom nacional

El libro del año es de una autora entrerriana

El viento que arrasa fue elegido como libro del año en 2012 por la revista Ñ. Antes, Beatriz Sarlo, una de las opiniones sobre literatura más influyente en la Argentina, había publicado un elogioso comentario en el diario Perfil. Su autora es entrerriana, de Villa Elisa, y se llama Selva Almada.
Sábado 26 de Enero de 2013 Hs.
No fue su primer libro publicado, antes hubo uno de poesía y otro de relatos, pero la novela El viento que arrasa es la obra que llevó a Selva Almada a ser la escritora del momento, la más mencionada y recomendada. 
Un relevamiento entre escritores realizado por la revista Ñ consagró su novela como libro del año. En una nota del diario La Nación se la enumeró como uno de los escritores jóvenes que se debe leer. Pero la consagración de su libro sin dudas se dio cuando la escritora crítica literaria Beatriz Sarlo recomendó la lectura del libro de Almada en una crítica publicada en el diario Perfil. 
“En principio fue una sorpresa, más allá de que me gustaba la novela y le tenía confianza nunca pensé que iba a tener tanta repercusión ya que los otros dos libros (uno de poesía y otro de cuentos) habían pasado inadvertidos”, contó Selva Almada en diálogo con EL DIARIO. 
“Todo lo que se generó fue impactante porque no lo esperaba”, admitió, y señaló que se alegra mucho “tanto por la novela como por la editorial (Mardulce), que confiaron y asumieron los riesgos”. 

Sarlo. La editorial Mar dulce tiene un catálogo de novelas y ensayos y tiene por costumbre publicar simultáneamente un título de cada género. Así, se editaron al mismo tiempo la novela de Almada y un ensayo de Carlos Monsivais. La editorial le envió esas dos obras a Beatriz Sarlo, más que nada para que comente el libro de Monsivais. Luego de que la intelectual publicó su crítica, en una comunicación telefónica con los responsables de la editorial adelantó su admiración por la novela de Almada que luego plasmaría en el diario. “Una historia sintonizada por momentos con los climas de algunas novelas de Juan José Saer”, aseguró. 
Después vinieron las reseñas en los suplementos literarios y las críticas y recomendaciones. 
“Las reseñas que fueron apareciendo contribuyeron a que el libro se conociera y se vendiera, sin dudas ayudaron mucho. A fin de año, se publicó lo de la revista Ñ, fue elegido libro del año y sirvió para que se vendiera mucho más”, destacó. 
En abril saldrá su próxima novela, Ladrilleros, por la misma editorial. 
“Lo que tiene en común con El viento… es que transcurren en el mismo territorio, en el Chaco, pero son más personajes, hay sub-tramas”, indicó. 

Propuestas. Almada nació y creció en Villa Elisa, vivió en Paraná donde estudió el Profesorado de Letras y luego se trasladó a Buenos Aires. Allí, trabajó un tiempo como empleada administrativa. Ahora, además de escribir, dicta talleres de literatura y lectura y colabora con diarios y otras publicaciones. 
“A raíz del libro, aparecieron otras propuestas de trabajo, sobre todo de talleres”, contó. 
–¿Tenés algún tipo de método o rutina para escribir? 
–Cuando estoy escribiendo algo más largo, como un cuento o una novela trato de ser metódica. Igualmente, me cuesta cumplir con una rutina de horarios. Lo que trato, cuando comienzo con un proyecto, es que no pasen muchos días sin escribir para no perder el ritmo y la conexión. 
–¿Siempre tus proyectos tienen que ver con la novela? 
–Tengo empezado algo relacionado con la crónica policial, sobre tres casos de asesinatos de chicas adolescentes no resueltos, ocurridos en Entre Ríos, Chaco y Córdoba. Hace dos años que empecé con ese proyecto pero se me ha complicado porque se necesita mucho tiempo para viajar y hacer entrevistas. Espero este año poder terminarlo. 
–¿Por qué se reitera la provincia de Chaco como locación de tus novelas? 
–Conozco el Chaco porque mi pareja es de allá y hace 15 años que viajo seguido. Pero también aparece Entre Ríos, como oposición en lo paisajístico. En El viento que arrasa situé la historia en el Chaco porque se da la particularidad que hay muchas iglesias protestantes y uno de los personajes es un pastor. En Ladrilleros fue porque me contaron una anécdota que transcurre en ese lugar, aunque de la anécdota original quedó muy poco. De todas maneras, la novela que estoy escribiendo ahora se sitúa en Entre Ríos, en una zona isleña. Es un fin de semana de pesca. 
–¿Es posible en la Argentina vivir de la publicación de libros? 
–Es muy difícil, muy pocos escritores viven de la venta de sus libros, porque el volumen de ventas no alcanza. Sólo el 10% del precio de tapa le corresponde al autor. Los escritores generalmente viven de otros trabajas que se arman en forma satelital que se generan a partir de la aparición del libro, como talleres, conferencias o publicaciones en diarios. Son muy pocos los que pueden llegar a vivir de eso. Es otra cosa si se traducen o si se llevan al cine.